3/11/10

El ejemplo de un Cisne Negro: La muerte de Néstor Kirchner

Y de cómo los analistas políticos actúan frente a la incertidumbre.

La muerte es uno de los pocos eventos que sus probabilidades de suceder son casi perfectas. Lo que no se sabe es cuando. Pero paradójicamente es uno de los pocos eventos que son sistemáticamente negados por los seres humanos, convirtiéndolo en un evento "raro". 

Para ponerlo en una frase: "Que raro, le pasó lo que nunca, se murió". Y luego sobreviene el terror.

De esta forma la muerte al ser percibida como un evento inusual, se convierte en un Cisne Negro. 

Los cisnes negros, según Nassim Taleb, son eventos que contiene los siguientes atributos: es una rareza, pues no está dentro de las expectativas normales; produce un impacto tremendo y se puede explicar retrospectivamente pero no prospectivamente, es decir, una vez sucedido sobrevienen las explicaciones pero no se puede predecir.

Para graficarlo  el ejemplo del filósofo Bertrand Russell, a propósito de la inducción, se aplica a estos eventos: Hay un pollo que es alimentado diariamente y meses después de observar el hecho concluye en una ley universal: estos humanos son muy considerados y cariñosos, ya que me alimentan todos los días. Pero cuando llega navidad le ocurre un hecho sorpresivo e inesperado (al pollo): Termina en el horno con mucho limón y sal. Si todos los pollos del gallinero tuviesen conciencia de lo que ocurre a su alrededor y en vez de un pollo es un gallo el que termina en el horno, el impacto es mucho mayor, por el rol y el estatus con que cuenta el gallo.

El rol y el estatus son signos muy importantes para delinear la muerte de Néstor como un cisne negro.
Néstor Kirchner es el arquitecto de una construcción de poder político que actualmente lidera en la Argentina y el constructor de lazos de poder político en el bloque latinoamericano UNASUR. Como ex-presidente no es más que otros que pasaron por el cargo. Pero su influencia política sobre la actual presidente -su esposa- e ideólogo del proyecto político, se percibe en la población como un actor imprescindible para el futuro de la Nación. Bajo esta perspectiva, la muerte súbita de Néstor Kirchner se puede considerar como un Cisne Negro al presentarse como un evento fortuito de gran repercusión, con probabilidades de que ocurra imposible de calcular y efecto sorpresa:


  • -No era imaginable que se muera.
  • -El hecho fue sorpresivo y su  incidencia ha producido un efecto nocivo desproporcionadamente grande, que aún no ha terminado de impactar. 
  • -Se han desarrollado explicaciones sobre su deceso una vez ocurrido. 


El  rol y el estatus se aprecian mejor si se lo compara con la muerte del ex-presidente Raúl Alfonsín, quien ha sido venerado en sus exequias como Néstor.
Como ésta, aquella no fue prevista, pero no causó tanta conmoción como la de Néstor. Sí sorpresa,  como toda muerte, pero no estupor. La gente se agolpó para despedirlo con llanto de tristeza y congoja, pero no hubo exaltación provocada por el nerviosismo y pánico de la incertidumbre del día después.

La muerte por sí misma tiene un impacto emocional fuerte, aunque  la frecuencia con que ocurre el hecho de la que la gente se muera, debiera provocar  menor sensibilidad. Porque la muerte es generadora de conciencia: conciencia de que somos mortales, que nos puede pasar en cualquier momento y que no hay poder que se resista a ella.

Los razonamientos que surgieron luego del deceso de la muerte de Néstor fueron realizados en el sentido clásico del pensamiento occidental, lo que llevó a diferentes errores de cálculo por tratarse de un Cisne Negro o sucesos improbables.

Algo es seguro: Que habrá un cambio en el tablero político argentino. Lo que no se sabe es hacia donde. Porque las variables a tener en cuenta son múltiples y todas actúan al mismo tiempo en el mismo espacio y en diferentes velocidades.

Hay otra cuestión que es probable: la política y la economía no corren por la misma senda. Pero las variables se de unas y de otras son afectadas entre sí.

Uno de los errores de los analistas es que se piensa el cambio de escenario político en retrospectiva, lo que distorsiona el evento.  Esta distorsión consiste en sobreestimar el valor de las explicaciones racionales de los datos a la vez que subestimamos la importancia de la aleatoriedad inexplicable en los datos.

Otro de los errores fue lo que Taleb llama la falacia de la prueba silenciosa. Cuando el  hecho han tenido lugar, nos creamos historias post-hoc para que el hecho parezca tener una causa (falacia narrativa): El llamado telefónico del líder sindical Moyano la noche antes del deceso.

Esto llevó a cometer otro error, que fue la búsqueda y exposición de datos para establecer la probabilidad que Cristina pueda gobernar sin Néstor. La encuestas realizadas luego del evento se pueden contrarestar si tomamos un argumento interesante del profesor Taleb que aparece en su libro El Cisne Negro; es el que hace referencia al problema de la circularidad de la estadística y el daño colateral que provoca la distribución normal o de Gauss: necesitamos datos para descubrir la distribución de probabilidad. ¿Cómo sabemos si contamos con los suficientes? Por la distribución de probabilidad. Si es gaussiana, bastarán unos pocos. ¿Cómo se sabe que es gaussiana? Por los datos. Por eso necesitamos que los datos nos digan qué distribución de la probabilidad debemos asumir, y que una distribución de la probabilidad nos diga cuántos datos necesitamos.

Esta circularidad causa graves problemas en la regresión, más acuciantes cuando se aplica sin discriminación la distribución gaussiana a todo lo que se mueve. En este punto es cuando el profesor Taleb nos anima con ejemplos donde es apropiado aplicar la distribución normal y donde no: Imaginemos que tenemos en el gobierno un cambio de ministros, no importa cual o cuantos. Si no añadimos al cambio  un giro en las políticas que atañe a ese/os Ministerio/s  ¿cambiará mucho la media del rumbo político/económico? No, no variará.
Ahora tomemos como cambio a la presidente, es decir, supongamos que los ministros quedan pero cambia la presidente que por angustia deja el cargo y asume el Vicepresidente. ¿Cambiará mucho la media de la política económica? Sí, cambiará de una forma brutal.

Por ejemplo, este es uno de los errores que cometió el mercado cuando bajó el riesgo país. Lo ató a una sola variable. Pero bueno, se sabe que muchos analistas de mercado  tranquilizan a los ejecutivos de las empresas, los reguladores y los inversores con una ilusoria sensación de seguridad que no tiene para nada en cuenta la aparición ocasional de cisnes negros que pueden dejar arruinados a más de uno.

Y la mayoría de los analistas hicieron su prospección sobre la base de la desaparición de Kirchner, pero no sobre la Presidente en curso.

Esta “falacia de la regresión estadística” que consiste en creer que la probabilidad de futuros eventos es predecible examinando acontecimientos de eventos pasados está muy arraigada entre los actores económicos, que tampoco entienden que la aleatoriedad estructurada que encontramos en los juegos de azar (teoría de probabilidades clásica) no se parece a la aleatoriedad que encontramos en la vida real (“ falacia lúdica”).

 Dicen que nosotros, los seres humanos, somos mucho mejores haciendo cosas que comprendiendo nuestro entorno. Pero no lo sabemos. Vivimos con la ilusión del orden, creyendo que la planificación y la previsión son posibles. Nos perturba tanto lo aleatorio que creemos disciplinas que intentan dar sentido al pasado, pero en última instancia, no conseguimos entenderlo, al igual que solemos fallar prediciendo el futuro.

Por razones prácticas, resulta que los seres humanos preferimos funcionar con previsiones y predicciones, aunque casi siempre se revelan equivocadas.

Estar preparado ante la aparición de los cisnes negros es más importante que dedicarle tiempo y esfuerzo a calcular la probabilidad de su ocurrencia. Resumiendo: para que no nos ocurra lo que al “pavo de Russell” hay que estar preparado para lo inesperado (que a diferencia de los pavos, sí podemos imaginar) pero sin preocuparnos de cuándo ocurrirá.

Taleb nos recuerda las aportaciones del economista estadounidense y Premio Nobel de Economía, Robert Lucas (expectativas racionales) y en particular su famosa crítica (crítica de Lucas) a los modelos econométricos al uso en política económica. En síntesis, la crítica de Lucas viene a decir que si la gente es racional, entonces su racionalidad les haría descubrir patrones predecibles del pasado y adaptarse, de forma que la información pasada sería totalmente inútil para predecir el futuro.

Es decir, al intentar modelizar sistemas económicos basados en búsqueda de patrones en series temporales, hay que tener presente que la racionalidad y capacidad de decisión de las personas que antes han tenido acceso a la información puede alterar la serie temporal posterior, haciendo desaparecer el patrón de comportamiento. En resumen, una vez detectado un patrón de comportamiento (en mercados, sistemas sociales, hábitos de consumo, etc.), la propia racionalidad y decisión colectiva de las personas cancela el patrón (generalmente anticipándose al patrón).


 “De la observación de un sinnúmero de cisnes blancos no se podrá inferir que todos los cisnes son blancos, sin embargo, ver un solo cisne negro será suficiente para refutar semejante conclusión.” David Hume (1711-1776), filósofo inglés. 

A principios del siglo XVIII, los colonos ingleses que volvieron de Australia trajeron consigo, en las panzas de sus barcos, un cargamento de cisnes negros. Los cisnes negros son originales de la isla austral y hasta ese momento, se pensaba que todos los cisnes eran blancos, porque eran blancos todos los que se conocían. La intrahistoria de esta historia es que este hecho supuso una conmoción en la sociedad inglesa. Aunque nos pueda parecer algo ingenuo a los habitantes del siglo XXI, lo cierto es que la aparición de una especie de cisnes de un color distinto al que estaban acostumbrados a ver, supuso para los habitantes de la época una fuente de debate y de polémica. 

Los neurólogos saben que nuestro cerebro está programado para tener el control de todo lo que sucede. Sin embargo, lo cierto es que nuestro cerebro está literalmente a oscuras, escondido bajo la cavidad craneal, y el único contacto que tiene del exterior es a través de órganos imperfectos, bien sea la vista, el tacto, el sentido olfativo o el gusto. Y puesto que nuestro cerebro está programado para controlarlo todo y debido a lo imperfecto de las percepciones que llegan a él, elucubra lo que puede, creando modelos abstractos de la realidad, que a veces no tienen porqué coincidir con la realidad misma. En pocas palabras, la explicación podría ser que no estamos preparados fisiológicamente para los hechos imprevisibles. Y sin embargo, los hechos imprevisibles existen.

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